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Los déjà vu o déjà vécu, como casi todo el mundo sabe, son fenómenos psicológicos que se producen cuando somos asaltados por la impresión de haber estado anteriormente en un lugar al que acudimos por primera vez, reconocer a alguien que jamás habíamos visto o ... tener el pálpito de que lo que experimentamos ya lo habíamos vivido en algún momento del pasado. Ésta, poco más o menos, es la sensación que recurrentemente he sufrido a lo largo del pasado verano mientras escuchaba y contemplaba las noticias emitidas por la mayoría de informativos televisivos. Inundaciones devastadoras en Libia; miles de hectáreas de bosque calcinadas en Australia, Grecia, Hawaii, Canadá y Portugal; lluvias torrenciales en los Balcanes; desaparición de los glaciares situados en latitudes polares; temperaturas veraniegas muy por encima de la media en toda Europa occidental; huracanes en el Mediterráneo... La proporción y frecuencia de las anomalías y de los desastres naturales acontecidos durante los meses estivales han alcanzado una magnitud desconocida... Y, de alguna manera, todos ellos han traído a mi memoria el recuerdo de esos largometrajes comerciales que, al menos durante las dos últimas décadas, han fantaseado con el fin del mundo tal y como lo conocemos. Me refiero a filmes como 'Interstellar', '2012', 'El día de mañana', 'No mires arriba', 'Moonfall'o 'Geostorm'. Si no recuerdo mal, muchas de esas películas se inician, precisamente, con una ráfaga de imágenes catastróficas que sirven de introducción a lo que está por venir y que, a veces, es acompañada por una voz en off que anuncia que la humanidad debe prepararse para lo peor y que ella es la única responsable de todos esos acontecimientos.

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larioja Déjà vu