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De Jorge Luis Borges se han dicho y escrito muchas, muchísimas cosas, casi todas muy elogiosas. A pesar de ello, los críticos literarios que lo han analizado en profundidad son incapaces de ponerse de acuerdo acerca del alcance y las virtudes de su vasta obra. ... Para simplificar podríamos señalar que, dentro de este grupo de expertos, existen dos grandes facciones. De un lado se encuentran los que defienden y valoran el preciosismo del lenguaje literario en el que se expresaba, la orfebrería minuciosa a la que sucumbía cada vez que tomaba la pluma para escribir poesía, cuento o ensayo. De otro, los que ponen el énfasis en el contenido, en su erudición y genio narrativo o en la potencia de las fábulas, tramas argumentales y subtextos que aparecen en la práctica totalidad de sus poemas y relatos. Nadie o casi nadie ha reparado en que Borges, además de poseer todas esas virtudes, también fue un visionario. La prueba de su capacidad para adelantarse a los acontecimientos o, incluso, para profetizarlos la hallamos en una narración de diez páginas cuyo título, 'El Aleph', coincide con el nombre de la primera letra del alfabeto hebreo y que fue publicada por primera vez en septiembre de 1945 en la edición 131 de la revista argentina 'Sur'.

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larioja Borges, el visionario