El último informe de Oxfam Intermón describe un contexto socioeconómico mundial estremecedor, al advertir de que la pobreza global se verá engrosada con 260 millones de personas más –hasta alcanzar 860 en todo el planeta, más del 10% de su población– por efecto de una ... carestía de productos básicos que incide sobre las penurias extendidas por la pandemia. Las alarmas de la ONG constatan hasta qué punto la inflación es el mal de los pobres, de los más vulnerables. En sociedades avanzadas como la nuestra, el repunte desbocado de los precios de la energía y de la cesta de la compra, agudizado por la guerra en Ucrania, se traduce en un menor poder adquisitivo y en los crecientes escollos para llegar a fin de mes de los hogares con menos recursos. En las infradesarrolladas o en desarrollo, la presión de la inflación deriva en hambrunas y miseria, sin olvidar el elocuente dato del Banco Mundial que apunta a que la economía ucraniana, que había despegado, se desplomará un 45% por la invasión de Putin. Oxfam pide impuestos mundiales para que las grandes fortunas se corresponsabilicen de una pobreza lacerante. Un llamamiento que no debería soslayar que las desigualdades patrimoniales se acentúan en los países privados de todo.

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