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Aprovecho que mi amiga Pilar está de vacaciones para evocar a mi padre por enésima vez. Ella me regaña porque abuso de la figura paterna e insiste en que lo tengo mitificado. Lo cierto es que mi héroe particular era de carne y de hueso, ... sobre todo de carne que le sobraban unos kilillos. Pero eso sí, era muy honrado y cumplidor, aspecto del que mis hermanos y yo estamos orgullosos y anhelamos que nuestros hijos e hijas hereden estos valores de esfuerzo y honestidad que Esteban nos transmitió.
Naturalmente, fue un hombre de su tiempo y hacía muchas cosas que me daban coraje. Por ejemplo, era rencoroso y le costaba olvidar las ofensas por pequeñas que fueran, como cuando el dueño de un bar le gastó una broma sobre su apodo y estuvo varios años sin pisar su establecimiento.
Se llevaba bien con todo el mundo menos con un vecino que pisó la cárcel. En el barrio no era nada frecuente algo así, que yo recuerde tan solo una persona. Se trataba de Blas, era minero y le asestó varias puñaladas a su cuñado mientras esperaban la furgoneta para ir al trabajo. La víctima sobrevivió, pero aquello fue un gran escándalo y estuvo varios años en Carabanchel. Ni que decir tiene que también fue un calvario para su mujer y sus dos hijos. En concreto la niña era de mi edad y nadie se le acercaba. Parece que la estoy viendo con sus trenzas recias y un gesto serio permanente camino de la escuela. El único lugar al que acudía era la catequesis y especialmente recuerdo cuando don Gregorio, el cura, le preguntó (sabiendo perfectamente la respuesta) el motivo por el que su padre no la acompañaría el día de la Comunión.
Una vez que cumplió su condena, mi padre tampoco le dirigía la palabra y una de esas veces le argumenté que Blas ya había pagado su culpa y él me contestó que los criminales lo son toda la vida, estén o no entre rejas. Apelé entonces a sus creencias religiosas en las que el perdón es un cimiento fundamental y respondió que había que perdonar solo a los que robaban para dar de comer a sus hijos. En ese sentido coincidía con el cura.
Les cuento todo esto a propósito de los indultos que este Gobierno va a conceder a los políticos catalanes. Quiero recordar además que en otras ocasiones el Tribunal Supremo ya aprobó el indulto para Alfonso Armada por su participación en el golpe de estado, sin que hubiera arrepentimiento.
Personalmente considero que el hecho de que los polémicos encarcelados salgan a la calle no va a empeorar la situación en Cataluña ni representan un peligro para la unidad de España.
Desde mi punto de vista, hacer un simulacro de referéndum o declarar la independencia durante segundos en Cataluña es un delito pequeño, digamos que un delitillo. Casi insignificante si pensamos en algunos poderosos y sus grandes fortunas en paraísos fiscales. Por lo que para mí estos indultos no son tan graves comparados con la indulgencia de una parte de la sociedad, que hace la vista gorda ante las conductas incívicas de esos que no contribuyen con sus impuestos al bienestar del país. Así que, dicho sea de paso, no son indultos son indultillos.
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