El líder de Unidas Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, insistió ayer en que «en España no hay una situación de plena normalidad democrática», con un argumento ciertamente arrogante: «Las críticas revelan que lo que dije es verdad». La primera vez que se manifestó en tales términos fue en relación a que hay dirigentes independentistas catalanes condenados a prisión –como si lo estuvieran por sus ideas– y otros que a su parecer se habrían visto obligados a exiliarse –y no habrían huido de la acción de la Justicia–. Declaraciones que expresamente atribuyó a su condición de vicepresidente, y que se alinearon con las palabras del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. Con el paso de los días, Iglesias no solo se ha reafirmado en su tesis de campaña, sino que parece haberse convertido en doctrina oficial para los dirigentes de Podemos. La lógica empleada es bien simple, presentar cada imperfección del sistema y todo exceso o defecto en el funcionamiento de las instituciones como argumento para desacreditar la democracia en su conjunto. Aprovechando el viaje para –como hizo el portavoz parlamentario Pablo Echenique– presentar como víctima a Iglesias, y por extensión a Unidas Podemos. Nuestro país se encuentra entre las democracias de mayor calidad del mundo, por ejemplo, en el Democracy Index de The Economist, que precisamente la sitúa entre las «democracias plenas». Aunque las restricciones aplicadas contra la pandemia, y que han contado en todo momento con el apoyo de Unidas Podemos, hayan afectado lógicamente a las libertades en todos los países. Es probable que Iglesias y su formación utilicen un baremo propio para evaluar la calidad constitucional. Baremo que tras su dictamen deberían explicitar. Aunque cabe suponer que su ranking por países no se parecería en absoluto al orden que establecen las calificaciones habituales. A no ser que Iglesias esté dispuesto a situar a España por encima de Portugal, Francia, Bélgica, Italia o Grecia, con lo que su tesis quedaría reducida al absurdo. Pero, si formando parte del Ejecutivo de España y de la mayoría que opera en el Legislativo, Pablo Iglesias y Unidas Podemos siguen pensando que «no hay una situación de plena normalidad democrática» en el país que cogobiernan, sería más coherente que reconociesen su fracaso y pasasen a la oposición reclamando la disolución de las Cortes. Pedro Sánchez no puede pasar por alto la posición de su vicepresidente segundo.
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