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Pocas noticias buenas nos ha traído este incierto 2020 al que vamos viendo terminar con la mirada esperanzada en un 2021 más saludable. Entre otros sinsabores, este contexto incierto da muestras de una tendencia creciente hacia la impunidad con la que convivimos y de la ... que algunos hacen gala como mecanismo de triunfo.
La persona impune se crece con la sensación personal de que «todo es posible» o, dicho de otra forma, de que «nada es imposible» conduciéndole a intentar la consecución de objetivos al precio que sea. Este aparente arrojo difiere de la valentía porque esta es consciente del riesgo, sobreponiéndose y afrontándolo honradamente incluso a costa del bienestar personal; en cambio, la impunidad se escuda en la creencia de que ninguna de las acciones desplegadas tendrá consecuencias negativas para su autor. Esto es así porque la persona impune desdibuja los límites de lo posible, ya sea por tener un autoconcepto tan alto de sus cualidades ejercido con soberbia desbordante (aunque sea con guante de seda), ya sea por sentirse arropada en un grupo que cree ostentar la quintaesencia de la humanidad. En cualquier caso, la realidad no es percibida adecuadamente, los límites son borrosos porque están por encima de cualquier ley humana, no captan lo obvio ni la discrepancia entre su egocentrismo y la realidad o las cualidades de los otros a los que minimizan tildándoles de ignorantes o acobardados.
Afortunadamente la realidad acaba imponiéndose, sean ciudadanos de a pie sean empresarios o cargos institucionales, aunque durante su ejercicio dejen un reguero desolado. Es el caso reciente del aparentemente intachable eurodiputado húngaro József Szájer quien, amparado por su cuestionable autoconcepto y amplia cobertura política, ha ejercido la intolerancia frente a la homosexualidad con estricta firmeza legal, creyéndose impune ante su contradictoria conducta de participación continuada en orgías con hombres y encuentros gays que ha finalizado con su desenmascaramiento ominoso, en una forzosa huida de una de ellas deslizándose por la tubería del inmueble donde se celebraba.
Conviene ser precavidos ante esta tendencia hacia la impunidad, no fomentando a personajillos en nuestro entorno que disfrutan con desfachatez de los logros con ella. Algunos incluso se aplican intentando hacernos creer que en estas fiestas que se avecinan seremos inmunes al azote del coronavirus. Protejámonos de los soberbios tanto como de las zarpas pandémicas para evitar terceras oleadas y el reino de la sinrazón.
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