Lo más importante que hay que saber
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De cómo la historia del obispo y la prostituta nos recuerda una lección imprescindibleVIERNES | DON FIDEL
Si uno tuviera que elegir una lección de entre todas las aprendidas (por las buenas o a collejas) en los últimos 49 años, probablemente optaría por una muy sencilla: que conviene mirar las cosas dos veces. O, dicho de otro modo, que si uno pretende ... que la realidad sea como una peli de Marvel, con buenos monolíticos y supervillanos malérrimos, mejor se lo va haciendo mirar. Porque la vida no es así, y porque aunque meterla en ese molde quizá la haga más sencilla, la puritita realidad es que ir por ahí viendo negros y blancos acaba en desastre para todos.
La historia de Fidel García y de María Antonia San Felipe es, en este sentido, toda una parábola bíblica. San Felipe, política socialista de las de recorrido, pasó a mejor vida académica estudiando la vida de Fidel García, obispo de la Diócesis en los años duros del franquismo. Un hombre que se atrevió a condenar al nazismo cuando Franco estaba apoyando a Alemania. Según se suponía, el régimen había lanzado una campaña de calumnias contra él, acusándole de putero, hasta que el Vaticano tuvo que relevarle. Así consiguió demostrarlo la historiadora expolítica en una tesis doctoral que luego fue libro.
Pero la cosa no quedó ahí. Al cabo de unos años, la Santa Sede desclasificó los legajos de aquella época de su archivo. Y para allá que se fue San Felipe, en busca de más datos sobre su Fidel. Y más datos encontró, sin duda, pero muy probablemente no los que ella esperaba: los documentos demostraban que, en efecto, el obispo de nuestra diócesis fue sorprendido en un burdel barcelonés, y obligado a dimitir antes de que la cosa trascendiera.
La actitud de San Felipe es ejemplar. Lejos de acomodar su relato a una versión que sin duda casaba como un guante a la ideología de la que proviene, decidió hacer lo justo. O sea contar la verdad, rectificarse a sí misma y, en fin, hacer lo que debe una historiadora honrada: describir la realidad.
Sí, don Fidel era un hombre valiente, comprometido con unos principios liberales que le convertían en una avis rarísima en el nacionalcatolicismo de entonces, denunciando con valor lo que todos deberían haber denunciado, esa aberración que se llamaba nazismo. Y sí, el régimen se la tenía guardada y, muy probablemente, usó sus tentáculos para pillarle con las manos en la masa.
Pero el caso es que esas manos estaban ahí, donde no debían. Que el pastor fallaba a sus votos y no era el justo hombre sin tacha que hubiéramos preferido ver.
María Antonia San Felipe nos recuerda, pues, una lección que es, para mí, lo más importante que hay que saber si queremos vivir en una sociedad sana. O sea, que ni los tuyos son santos ni los de enfrente diablos. Ir viendo la vida así es la esencia de los totalitarismos de cualquier signo. Y es el argumento de casi todos los desastres que la humanidad se ha provocado a sí misma, que no son pocos.
Llega un año electoral. Si me permiten, les recuerdo lo obvio. Rivales sí pero enemigos, por favor, no.
VIERNERS | LOBO
Ojo a lo que pasa en la sierra riojana. El conflicto del lobo no es ninguna tontería, y se equivocan quienes piensan que con un pacto y cuatro despachos se puede paliar. Lo del viernes fue un toque de atención de lo más brutal, pero también de lo más injustificable. Porque por mucho que la gente de la sierra se sienta maltratada, olvidada y mal defendida por su gobierno regional (el único de las comunidades con lobo que no está sobre todo del lado de sus ganaderos), nada de eso justifica echar troncos a la carretera, llenar las señales de insultos homófobos que califican más al que los escribe ni, en fin, poner en peligro la vida de otros.
Ojo ahí, pues. Quienes hicieron lo del viernes se pasaron catorce mil pueblos y pisaron todas las rayas que no deben. Pero como termómetro, el asunto debería hacer saltar todas las alarmas.
Que el Alto Najerilla es un parque natural de suyo, un entorno magnífico que es riqueza sobre todo de sus habitantes es evidente. Que el lobo debe ser protegido, también. Pero por ahora hay mucha gente por allí arriba que se siente abandonada y agraviada por ello. Algo se estará haciendo mal.
LUNES | SALUD
Ya lo hemos hecho un par de veces en la redacción de este periódico: coger el teléfono y pedir cita para el médico de Primaria. Y las dos veces nos ha salido bastante mal. Ahora mismo, para que te vea tu médico en tu centro de salud ha de pasar una semana de media. Menos en algunos, más en otros.
Es una espera imposible, y una señal inequívoca de que algo se rompió con la pandemia. Salimos de allí con la conclusión clara de que reforzar al Primaria era un deber. Pero por ahora esa conclusión no se ve por ninguna parte. Y a uno le mosquean esas listas de espera mientras, cuando uno llega, los centros de salud están vacíos.
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