Imágenes encontradas

La película, que es una joya, se inscribe, en el plano corto, en el campo del documental. Mejor dicho, falso documental. El trabajo de Nuria Giménez se articula como un fascinante trampatojo audiovisual. Un ejercicio de experimentación y creación artística acometido sobre unas imágenes primigenias que nada tienen que ver con el aspecto de licencias narrativas y mutaciones encaradas por la realizadora.

El origen del filme está en las bobinas filmadas por unos parientes de Nuria Giménez que muestran la actividad ociosa de un matrimonio de confortable bienestar económico en sus escarceos mundanos y cosmopolitas. Celuloide de recuerdos de una pareja en los años 40 y 60. Con ese material encontrado, la realizadora escribe un guión sobre una historia de ficción y va encajando los planos de sus familiares hasta conformar, créanlo, un soberbio melodrama. De esta manera se inventa un relato contado por la voz en off de una mujer, Vivian Barrett, que narra su matrimonio con, Leon Barrett, y sublimando el éxito de su esposo como comercial de una farmacéutica suiza. Pero Vivian lo que quiere revelarnos es su estado anímico, lleno de desconsuelo y oportunidad perdida por haber sido una cobarde y no haberse entregado a un hombre que la hechizó y la enamoró.

En definitiva, el documental es original, imaginativo y brillante. En el terreno íntimo habla de amor y, en cuestiones técnicas, indaga en las posibilidades de la manipulación de la imagen.