Dar explicaciones detalladas y veraces sobre el accidente de tráfico sufrido por Mario Herrera la madrugada de Nochevieja, supone mucho más que una cuestión política. Es, en esencia, un asunto social y de respeto al conjunto de la ciudadanía. Que alguien estrelle su BMW X3 ... contra un pino infringiendo (presuntamente) el toque de queda impuesto ante la pandemia, no dé parte, abandone el coche durante horas poniendo en riesgo a otros conductores y la Guardia Civil le proponga una doble sanción, es indigerible. Aquí y en Ciudad Real. Al margen de ideologías o alianzas. Si el protagonista es un alto cargo del Ejecutivo regional y lo que impera es callar, el mensaje para la gente de a pie que trata de ser fiel a las normas es alarmante. Mucho más después de que la portavoz del Palacete haya reconocido, y solo ante la insistencia de la prensa en preguntar, que ni Herrera ni la consejera de la que depende han dado ninguna justificación oficial. O sea, que pese a sentarse juntos en el Consejo de Gobierno y compartir sueldo público, saben lo mismo que usted y que yo: lo que escribió vía Twitter cuando la bola era ya indomable y su entorno se apresuró a calificar de «susto» para edulcorar sin éxito el alcance. Lo peor es que cada minuto que pasa para tratar de adormecer el caso devalúa que los protagonistas hablen o sus mandos actúen. La condición que impuso el PSOE a su socio cuando renunció a un gabinete monocolor y le cedió una consejería era no hacer ruido ni chocar. Dos requisitos incumplidos, con la paradoja de que el reparto de tareas haya otorgado a Podemos las áreas de Transparencia e Igualdad.
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