Iglesias y las series

De sobra es conocida la afición a los bonsáis que cultivó Felipe González durante su estancia en La Moncloa. No había reportaje en el que se retratase el día a día del entonces presidente del Gobierno en el que no se señalase la dedicación que ... le dispensaba a aquellos pequeños árboles, que por cierto requieren de gran atención. Aquello era contemplado como una excentricidad del líder del PSOE y a nadie se le ocurría afirmar que le podía restar tiempo de sus principales tareas profesionales. Tampoco se le recriminaba esto a Rajoy, cuando explicaba que dedicaba una hora diaria a la marcha deportiva, o lo que él llamaba caminar deprisa, que se consideraba supongo un hábito saludable. Como lo eran también lo de Aznar con el pádel o lo de Zapatero con el baloncesto, que practicaban sin salir de palacio en canchas acondicionadas específicamente para ellos. Porque ellos lo valían. Es diferente cuando Pablo Iglesias comenta que en sus momentos de descanso ve series. No hay vez que el vicepresidente no recomiende un título que haya visionado y no salga un pepito grillo a preguntar que cómo se organiza el de Podemos, siendo padre de tres churumbeles y estando al frente de un Gobierno, para disfrutar de lo que producen Netflix, HBO y compañía. En los últimos meses se ha aficionado a Filmin (recomendó 'El colapso' y ahora ' Hipócrates'), porque como todos los seriéfilos se está abriendo a nuevas plataformas. En el fondo detrás de las críticas está ese prejuicio recurrente de que los que vemos cualquier contenido televisivo disponemos de tiempo para perder, porque es algo fútil, cosa que no se achaca a quienes leen mucho o acuden a menudo a la ópera, actividades por lo visto más respetables.