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Si para el partido socialista, el compañero de gobierno que Pedro Sánchez se ha visto obligado a elegir, Unidas Podemos, no es del todo satisfactorio, habrá que entender que para los seguidores de Pablo Iglesias la decisión de su secretario general tampoco ha sido para ... echar las campanas al vuelo. Para el PSOE, Iglesias es un radical, poco asentado y de difícil convivencia política. Para UP, la moderación que recriminan a su aliado de gobierno no cuadra con sus criterios más ambiciosos en lo social y en lo económico, aunque las cuentas no salgan.
Pero hay que hacer de tripas corazón. Esto es, más o menos, lo que les vino a decir Iglesias en una carta dirigida a sus seguidores en la que, además de darles las gracias, se muestra orgulloso por el logro conseguido y reitera que ha sido el esfuerzo cotidiano de todos el que ha hecho posible llegar a ese punto. También advierte que vendrán tiempos difíciles y les previene de los ataques que pueden llegar «de los brazos mediáticos del poder económico».
El líder de la formación morada va a tener en esta coalición puntos de fricción, que ya hicieron acto de presencia en las conversaciones para la investidura fallida. «Vamos a gobernar en minoría», dice en el texto enviado. En minoría, dentro de un Ejecutivo compartido con el PSOE, «en el que encontraremos muchos límites y contradicciones, y en el que tendremos que ceder en muchas cosas».
¿Vale la pena? Parece que sí, pues Iglesias anuncia nuevos y grandes desafíos enclavados en la «tarea histórica e ilusionante de participar en un Gobierno que equilibre la balanza en favor de la mayoría». De ese modo, endulza la contradicción mientras lanza a su gente a tener presencia activa en barrios y pueblos en pos de la justicia social.
No debe ser fácil tragarse todos los sapos que se han soltado y se siguen soltando en el camino por donde transita UP. Pablo Iglesias parece muy consciente de ello en este alegato que, como acostumbra, pretende contar con el refrendo de la militancia. El objetivo es despejar el clima enrarecido por las muy recientes críticas, y abrir un horizonte optimista que tenga un final feliz, si se puede.
Recuerda Iglesias que cinco años atrás «los que siempre han mandado en España» les dijeron que, en vez de protestar, montaran un partido. Lo montaron, y a los éxitos iniciales siguió una rueda de feria con subidas y bajadas, que muchos de los fundadores aprovecharon para apearse a la vista del caudillismo del jefe.
Es muy posible que el vicepresidente in pectore sea sincero en varias de las afirmaciones o, acaso, ya se haya imbuido de la palabrería del político que sabe hacer de la necesidad virtud y envolver el regalo con lazos de color rosa. Recuerda a los suyos que el cielo se toma con perseverancia, no en los primeros asaltos. De momento, Pablo Iglesias roza la proximidad del poder mientras hace lo posible para curarse en salud. Del cielo, hablaremos más tarde. Si se puede.
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