Cuando mi sobrino era pequeño me profesaba gran admiración por ser periodista. Yo creía que me idealizaba por las entrevistas o reportajes que hacía hasta que un día me sacó del error al preguntarle a qué se quería dedicar de mayor. Se debatía entre ser ... científico o periodista. Le apasionaba lo primero pero había cualidades de lo segundo que le atraían. ¿Cuáles?, quise saber. «Tendría cromos de cualquier colección y chucherías cuando quisiera. Porque las vendéis en el periódico». Así descubrí que mi sobrino en realidad deseaba ser kiosquero. Le expliqué que yo no vendía los periódicos sino que escribía lo que sale en ellos y adiviné enseguida la decepción en su rostro. «No, entonces quiero ser lo otro», me dijo. Qué bien nos sienta a los periodistas una cura de humildad de vez en cuando.
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