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La simulación de un parto en pleno vuelo entre Casablanca y Estambul forzó ayer de madrugada el aterrizaje de un avión en Barcelona y propició el intento de entrar ilegalmente en suelo español de 28 inmigrantes de nacionalidad marroquí, de los que 14 acabaron detenidos ... mientras que la otra mitad ha logrado, al menos por ahora, su objetivo de llegar hasta aquí y darse a la fuga. Es la segunda vez que se registra un incidente casi calcado en el aeropuerto catalán con el mismo punto de origen –Marruecos– y el mismo de destino –Turquía–. Lo que invitaría a prestar atención a eventuales fallas en los controles en esa ruta, especialmente teniendo en cuenta que 21 extranjeros están procesados por sedición ante las severas incidencias que provocaron en el primer aterrizaje fraudulento. Pero ambos episodios constatan, también, que la determinación de la inmigración irregular no se frena ni ante límites fronterizos ni ante barreras de seguridad, sean terrestres, marítimas o aéreas. Una huida que la casualidad ha opuesto a las imágenes integradoras protagonizadas en las últimas horas en las calles españolas por ciudadanos de procedencia marroquí felices por el pase de su selección en el Mundial.
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