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(Aclaración preliminar: el término 'ovario' procede del latín ovum: huevo, uno de cuyos significados es 'testículo', así que expresiones tan coloquiales como «estoy hasta ... los huevos» para expresar hartazgo, «me toca los huevos» cuando algo molesta mucho o «hay que echarle huevos» a un asunto, o sea coraje, puede soltarlas tanto un individuo como una individua. Ahora, sigamos.)
Mientras duró la barbarie etarra, los portacoces de los malditos terroristas y sus beneficiarios políticos se referían en sus comunicados y declaraciones al 'conflicto', que consistía en que una banda de matones -jaleada por mucha gentuza corriente- acosaba, extorsionaba, secuestraba, torturaba y asesinaba a cuantos inocentes podía, militares o civiles, adultos o niños, concejales (nunca de los suyos), catedráticos, ingenieros, médicos o señoras embarazadas, para después calificar de represión fascista a la acción de la justicia que caía sobre los criminales con todas las garantías.
Aún no nos habíamos repuesto de aquella infamia cuando hete aquí que los rebeldes catalanes, menos brutos pero no más listos que sus compinches vascos, nos salen con otro 'conflicto' que consiste en desobedecer sistemáticamente las leyes al más alto nivel y acusar después los propios sediciosos al Estado de antidemocrático cuando actúa como debe. Son vías diferentes pero idéntica estrategia: con mi conducta delictiva yo provoco una gravísima situación social e institucional y ahora tú te sientas conmigo a negociar la solución del 'conflicto político' que solo yo he provocado.
De momento, los urdidores del prusés han logrado que la extrema debilidad de un gobierno español en funciones y en minoría absoluta reconozca ese conflicto y se siente a negociar el apoyo indigno y humillante de partidos manejados por delincuentes políticos, prófugos o convictos, que le permita al satrapillo de Sánchez seguir jugando a presidente del gobierno.
Por contra, el fin de la pesadilla política que vivimos los españoles requeriría con urgencia: (1) pegar un puñetazo en esa mesa y mandar a esta panda de rufianes a freír butifarra, (2) que los partidos que respetan y defienden la Constitución de 1978, o sea España, se uniesen contra los que quieren destruirlas, (3) desterrar de la vida política a los partidos traidores y a sus gerifaltes, y (4) que los pesoístas cabales defenestraran a este sinvergüenza político de Sánchez, pero esta vez para siempre.
El problema es que lograr todo esto requeriría mucho coraje, o sea echarle muchos huevos, políticos, sí, pero de dos yemas, y en el corral de la política española hay algunos gallitos, bastantes capones, demasiados gallinas y muchas pollas y pulardas picoteándose y cacareando sin parar, pero lo que son huevos, muy pocos. Por no decir ninguno.
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