La huerta de Kiko
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Mis conocimientos del campo, del mundo agrario, son más bien limitados. Desconozco los procesos, procedimientos y tratamientos de los cultivos, los tiempos y ciclos de las frutas, hortalizas, cereales, viñedos. Me gusta, eso sí, el buen producto, ese que se desmarca del que aguanta veinte ... días sin refrigerar.
Hablamos de pueblos vacíos, de sostenibilidad, de productos kilómetro 0. Pero olvidamos y maltratamos al primer eslabón de la cadena.
Kiko cuida con esmero cada centímetro de la tierra. No hay tomates como los suyos. No he probado alubia verde como la que él recoge. Ninguna verdura ni hortaliza tiene el sabor que sabe imprimirles. A costa de un trabajo que solo los agricultores pueden imaginar. Productos extraordinarios que tienen un elevado coste de producción. Que a él le reportarán exiguos beneficios. Pero cuyos precios se dispararán para ganancia de otros. Sí, Kiko salió con su tractor el miércoles para defender su forma de vida.
A veces pienso que le puso el nombre de Alba a su hija por lo que para él supone el albor. A veces, poder acostarse tras una noche entera rastrillando y enfardando forraje. O regando cuando así lo estipula el turno. En otras ocasiones, aprovechar el alba, también, para escardar o espergurar con la primera luz del día y evitar las horas de calor.
Kiko ha regado son sudor la tierra. Y no es una metáfora. No es un lugar común. Es el lugar donde han habitado sus antepasados, los de gran parte de los riojanos. Es el lugar en el que me gustaría que habiten, también, las próximas generaciones. Pero para ello habrá que ayudarles. Plantear soluciones. Hacer sostenible y rentable el cultivo del campo. De la explotación ganadera.
Kiko acaricia la tierra, esa por la que se desvivieron sus padres, en la que bregan también sus hermanas, sobrinos, cuñados. Aún sus propios padres, Perico y Rosi, deslomados tras años de trabajo en el campo, se ponen al frente del renque.
Esa es mi tierra. Esa es la tierra y los valores que quiero para mí y para mis hijas.
No, no hay tomates como los suyos. No hay huerta como la de Kiko.
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