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La realidad ha desmontado en los últimos años algunos tópicos económicos infundados, como el de que el precio de los inmuebles nunca baja o el de que cuando los tipos de interés están muy bajos, se hace un buen negocio contratando créditos a tipo fijo porque el precio del dinero siempre terminará subiendo. La creencia en semejantes criterios, nunca contrastados, ha provocado sorpresas y desilusiones. Quien contrató una hipoteca a tipo fijo a principios de 2015 tuvo que asumir un interés medio del 5,3%. Hoy, esa misma familia pagaría un 3% -algo más de la mitad- por contratar ese crédito. Si en cambio hubiera contratado una hipoteca variable hace cuatro años, habría iniciado la operación al 3,2%; y si lo hiciera hoy, comenzaría a amortizar con un tipo del 2,2%, según el Banco de España. Lo cierto es que en 2015 las hipotecas fijas no alcanzaban el 10% de todas las que se contrataban; y en 2019 representan ya el 44%, según los últimos datos del INE: son porcentajes comparables a los europeos. Quien contrate a plazo fijo podrá dormir tranquilo, pero tendrá el resquemor de pensar que a lo mejor ha gastado de más innecesariamente. El libre mercado es esto, a fin de cuentas.
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