La congelación de las hipotecas a interés variable defendida este miércoles por la vicepresidenta Yolanda Díaz forma parte de las propuestas efectistas que suelen rodear las precampañas electorales. No puede ser casual que la primera voz socialista que se comprometió a estudiarla fuese la de ... la ministra Reyes Maroto, candidata a la alcaldía de Madrid. La iniciativa, más propia de una economía intervenida que de libre mercado, se fundamenta en los beneficios récord del BBVA: 6.420 millones el pasado año, un 38% más. Una cifra espectacular, pero de la que apenas una cuarta parte corresponde a su negocio en España. La agresiva subida de tipos con la que el BCE intenta combatir la inflación ha ampliado los márgenes de un sector tan estratégico como proclive a la estigmatización, que ha trasladado ese ascenso a sus créditos, pero no a la remuneración del ahorro. La sustancial mejora de su rentabilidad elevará el pago de impuestos por parte de la banca, a la que el Gobierno acaba de añadir uno por sus ganancias «extraordinarias» tras pactar con ella medidas de alivio para los hipotecados en apuros; una fórmula más realista que la planteada por Unidas Podemos, aunque con menos gancho electoral.
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