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Heroísmo

CHUCHERÍAS Y QUINCALLA ·

Teri Sáenz

Logroño

Domingo, 28 de junio 2020, 10:41

El yayo Tasio se levanta de la cama con hambre de heroicidad. Tuvo un arrebato semejante hará cosa de tres meses, cuando se impuso el estado de alarma y decretó para sí mismo que una situación tan excepcional requería una respuesta personal a la altura ... de las circunstancias. Ese día se permitió una cucharada de azúcar en la leche del desayuno. Al terminar el tazón hizo una absurda gimnasia que solo practica en días señalados y apuró el afeitado por si el gesto que estaba a punto de protagonizar merecía una foto de portada en el periódico del día siguiente. Así, fuerte y más guapo que un San Luis, ejecutó su gallardía: se sentó en el sillón que tiene junto a la ventana del salón, se echó una toquilla sobre los muslos para espantar las corrientes traicioneras... y ya. No hizo más. Era el tipo de proeza que tocaba en ese momento. Permanecer en casa, aislarse del mundo para evitar contagios. El abuelo, que lleva la misantropía de serie, reconoce que le costó poco aquella valentía. Nada que ver con la metamorfosis de hombre corriente a ejemplo para la humanidad que está a punto de operar. Esta vez abandona su reclusión para bajar a la calle. No le hace falta llegarse hasta el único bar que hay en el barrio, porque la terraza que habitualmente ocupa apenas cuatro baldosas ahora alcanza casi hasta su portal. La contribución a las hazañas consiste ahora en estimular los negocios locales, consumir, que su dinero edifique la reconstrucción. Pide un vino y paga un ticket que le parece excesivo. Si el camarero supiese lo tacaño que es Tasio, sabría la grandeza del héroe que tiene delante.

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