Héroes y revolución

Mi sección predilecta del periódico en los últimos tiempos es la que lleva como título 'Tengo una tienda' que, como puede intuir, pone el foco en algún comercio de barrio de los de toda la vida. Aunque no ocupa excesivo espacio, la información que aporta ... es inconmensurable. Los propietarios cuentan historias minúsculas pero fascinantes de su día a día, rememoran cómo ellos o algún antepasado decidió emprender el negocio y al final, da igual a qué ramo se dediquen o en qué parte de la ciudad están instalados, todos acaban haciendo un diagnóstico sombrío del futuro. Al terminar de leer cada uno de esos reportajes a modo de píldoras donde los protagonistas posan orgullosos ante el fotógrafo acabo con un regusto extraño. Por un lado se impone el reconocimiento por la heroicidad que supone levantar la verja cada mañana y, por otro, me invade el remordimiento de ser cómplice de ese pesimismo minorista por cada vez que voy en coche al hipermercado o pido la cosa más absurda 'on line' porque la comodidad me vence. A renglón seguido no puedo dejar de aplaudir también a los clientes habituales de esos comercios, copartícipes del milagro que es que esa parte del paisaje urbano no sucumba y todos nos lamentemos de que donde estaba aquel edificio tan entrañable ahora haya otro Airbnb para alojar la enésima despedida de soltero. Cuando la autoflagelación arrecia pienso que la culpa es un patrimonio compartido y que resultaría tan fácil de neutralizar como quitando unos contenedores de delante de la puerta, limpiando los orines de la calle o mimando a esos pequeños locales bloqueados durante meses entre las trincheras de unas obras sobrevenidas. Mientras eso llega, solo queda ser consciente de que cómo, dónde y a quién comprar es una decisión absolutamente revolucionaria. Feliz Navidad.