Los otros héroes cotidianos

Lo primero que observo al entrar al súper son dos estanterías desiertas y, en la sección de frutas, apenas queda género. Deambulo con mi carro por los diferentes pasillos del establecimiento y compruebo con alivio que varias empleadas están reponiendo latas, leche, papel higiénico –que había, y mucho–, agua, huevos. Pasas junto a ellas y tratas de mantener el aconsejado metro de separación. Los clientes también cumplen las distancias, incluso alguno saluda con educación, aunque no me conozca, y una sonrisa cómplice brota en medio del caos, de la incertidumbre. Con el carrito hasta arriba –el agua y la leche y otras botellas y latas abultan lo que abultan–, la cajera cumple con su función, con los preceptivos guantes de látex, con solvencia.

Al igual que médicos, enfermeras, farmacéuticos, auxiliares, celadores y otros profesionales de la sanidad –a los que hay que seguir aplaudiendo desde las ventanas todas las noches– y además de los bomberos, fuerzas armadas y de seguridad–, también trabajan a nuestro alrededor otros héroes cotidianos, quizás no tan visibles, como esos reponedores, dependientes o cajeras que nos permiten seguir adelante. Ellos también se juegan la vida, al igual que panaderos, quiosqueros, basureros, barrenderos y muchos más que no caben en este artículo... Y, a veces, por sueldos de miseria.