HÉROES DEL BLUES

La desaparición del 'Cameros Blues Festival' no es una noticia más. Y no por el rifirrafe entre las partes en el que, como es costumbre en materia de turismo, la Consejería se exculpa. La confirmación de que las calles de Laguna no volverán ... a acoger la que hubiera sido la séptima edición de la cita lleva adjunta una dolorosa carga de profundidad. En pleno debate sobre el reto demográfico y las invocaciones a insuflar vida a un medio rural agonizante, el festival se había erigido en un impecable ejemplo de cómo concretar ese propósito. Más allá de agendas para la población, planes estratégicos, vacuas proposiciones no de Ley y demás pirotecnia que llena titulares pero no las plazas de los pueblos, el 'Cameros Blues Festival' había conseguido mutar la faz de uno de esos enclaves de La Rioja vacía. Es verdad que la afluencia de gente rescataba del olvido al Camero Viejo sólo unos pocos días durante el verano. No era, como casi nada, la solución mágica y definitiva a un problema al que ahora los políticos de todo signo miran procupados mientras durante años lo han alimentado con su silencio. Sin embargo, el simple hecho de ubicar en lo más apartado (y bello) del valle del Leza un puñado de conciertos tan genuinos y de eco internacional era un hito heroico. Un desafío al entorno y una invitación al visitante a volver a enfrentarse a las curvas de la LR-250 en otro momento. Quién sabe si afincarse algún día en Luezas o Trevijano. El 'Cameros Blues Festival' era tan modesto pero vital como la gasolinera de Villanueva, como el niño que faltaba para no haber cerrado el colegio de Cabretón. Imprescindible como el único bar de la aldea más intrincada donde unos viejos juegan al mus discutiendo si resisten allí o se mudan a Logroño.