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A los alcaldes de Logroño se los suele llevar la corriente. Es decir, ganan cuando el río que baja de Madrid les pilla a favor, pierden cuando ocurre lo contrario. No ha habido primer munícipe en Logroño que haya podido sobrenadar a esa máxima inflexible, ... por muy injusta que sea la circunstancia.
Con eso en mente, los resultados del 10-N habrán hecho por lo menos que el alcalde Hermoso de Mendoza levante las orejas. Porque por mucho que insistamos en que unas elecciones y otras son distintas, y por mucho que faltara el PR+ (con unos miles de votos asegurados que muchas veces son clave), lo cierto es que los números cantan: si lo de ayer fueran municipales, Hermoso y su equipo deberían ir vaciando los armarios.
Los socialistas logroñeses tienen un grave problema electoral entre manos: con la actual coyuntura en la mano, es difícil pensar que ellos solos sumen. Y sus aliados, mientras, menguan.
Porque Unidas Podemos sigue su goteo en La Rioja, tan deshecha en sus cuitas internas que seguimos sin saber dónde está el partido, quién manda, a qué corriente pertenece cada cual o a quién deben obediencia los dos concejales logroñeses. Esos dos concejales que, por ahora, sólo son un obediente apéndice socialista, capaz de utilizar un turno de palabra en un pleno (pasó el jueves) únicamente para felicitar a la concejala de Hacienda por lo bien que hacía las cosas. No parece que Hermoso vaya a tener problemas por ese lado, pero tanta tranquilidad puede acabar siendo hasta mala para él: el PSOE necesita algo más de Podemos, algo de perfil propio que llame a los descontentos de una parroquia cainita como pocas.
La incógnita es el PR+, pero los regionalistas deben pensar que algo han hecho mal. Mientras en España das una patada a una piedra y te sale un partido provincial con escaño en Madrid, ellos están al borde mismo de la desaparición. Por muchos cursos de aerobic que presente Antoñanzas y por muchos viajes que hagan a Cantabria, donde el tío Revilla paga los vinos.
Ése es el hacha que amenaza a Hermoso de Mendoza; mientras en Madrid los vientos soplan de la (ultra)derecha, al equipo del primer edil le urge ser memorable. Tiene tres años y pico sin elecciones por delante (quiera Dios que así sea, al menos) y no le queda más remedio que tirar para adelante con una agenda muy clara en la mano: aspirar a cambiar la ciudad, a hacer cosas distintas, que a la vez dejen huella y satisfagan a una parroquia que, ay, es muy conservadora en lo urbano.
No le arriendo la ganancia, pero tampoco la oportunidad. Con una oposición tranquila y algo desnortada (los azules encontrándose, los naranjas recordando lo verde que parecía su valle) y unas fuerzas coaligadas de lo más tranquilas, el PSOE logroñés puede hacer básicamente lo que quiera.
Que lo haga, y que acierte. De ello depende que consiga que el hacha no caiga. Cuatro años tienen.
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