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Angela Merkel no se presenta a las elecciones generales de septiembre, después de dieciséis años de sucesivos gobiernos. Echaremos de menos su europeísmo sosegado y el enfoque científico con el que ha resuelto problemas, en las antípodas de los discursos populistas. Ha sido la líder ... indiscutible de la Unión Europea y la mujer más poderosa del mundo, pero a medida que se acerca el verano pierde influencia y capacidad de maniobra. La pugna entre Markus Söder y Armin Laschet por sucederla está siendo más que un pulso interno entre los conservadores. Son dos líderes con estilos antagónicos, un bávaro atrevido, ruidoso y maquiavélico contra un renano gris, amable y partidario de tejer consensos. La maquinaria de la CDU apoya al segundo, entre otras cosas por ser uno de los suyos y presentarse como discípulo directo de Merkel, pero la sorpresa es posible. A la vista de las encuestas nacionales, nadie sabe si el ganador de esta pelea fratricida solo conseguirá convertirse en el líder de la oposición.
El problema de fondo es que la canciller ha sufrido el desgaste de tener que gestionar con medidas impopulares varias crisis seguidas –el euro, la avalancha de refugiados y ahora la pandemia–. Además, el centro-derecha no logra desprenderse de su asociación con varios casos de corrupción ocurridos en los últimos meses y las nuevas oleadas del covid-19 y la lentitud de la vacunación han hecho mella en el ánimo de la opinión pública. El cambio no parece que vaya a venir a través de una victoria de los social-demócratas, igualmente debilitados tras haber participado como socios en la gran coalición de gobierno. El partido revelación de los últimos años es Los Verdes, cada vez más asentado en Gobiernos regionales y mejor visto por votantes moderados de todas las edades. El atractivo de su mensaje consiste en saber ir más allá de debates muy técnicos sobre la economía o la sostenibilidad del Estado del Bienestar. Ofrecen a los ciudadanos una utopía palpable, que por otra parte les obliga a aceptar deberes hacia los demás en el cuidado diario del medio ambiente. El mensaje ecologista alemán crea sentido de pertenencia a una comunidad política, sin las estridencias de los extremos ideológicos. Esto cautiva a ciudadanos preocupados por las consecuencias de una globalización que ya no responde a reglas del juego occidentales. Se trata de «recuperar el control», pero con un estilo alejado de las estridencias de Donald Trump o del 'brexit'. Merkel no ha parado de incorporar propuestas verdes a la agenda de su partido, pero para muchos el original es mejor que la fotocopia.
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