Tenemos que hacerlo
CHUCHERÍAS Y QUINCALLA ·
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CHUCHERÍAS Y QUINCALLA ·
En las cada vez más escasas y distanciadas veces que veo a mis amigos y allegados, la conversación siempre discurre en dos bloques. En el primero nos interrogamos por la salud propia y la de los nuestros. Confirmado que hemos esquivado de momento el virus, ... el diálogo ingresa luego en la relación de cosas que haremos juntos el día que la vacuna se extienda y la pandemia sea historia. Al principio, cuando todos presumimos que la situación sería fugaz y el confinamiento una anécdota, el listado era breve y las promesas casi irrelevantes. Ir por fin a comer al restaurante más caro de la ciudad, hacer una escapada para celebrar los cumpleaños atrasados, tomar un simple vino en una de esas terrazas que antes nos molestaban y luego ansiamos como símbolo de libertad. El lapso entre la primera y segunda ola de la enfermedad resultó tan breve que muchos de esos afanes se diluyeron. Tampoco le dimos importancia ni tuvimos conciencia de estar incumpliendo la palabra dada. La acumulación de los meses y el catálogo de muertes que pasan delante de nuestros ojos ha cambiado la perspectiva. La ristra de lo que vamos a hacer juntos cuando recobremos la normalidad hurtada ya no es una vaga declaración de intenciones. Ha pasado de lo deseable a lo irrenunciable y tiene la dimensión de sueños grandiosos. Cumpliremos todas las promesas. Y las cumpliremos todos a la vez, en una avalancha de viajes alrededor del mundo, brindis, fiestas, conciertos, atracones y otros excesos precedidos del abrazo pendiente a quien nos va a acompañar.
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