Hacerle trampas a un tramposo

Es evidente que a los indepes la legalidad les importa un órgano testicular y parte del otro. Lo han demostrado por activa, pasiva y perifrástica cada vez que han tenido ocasión. Han dedicado dinero público a saltarse la ley, se han pasado por la zona innombrable de la espalda la opinión de una buena mayoría de sus vecinos y unos cuantos hasta huyeron como ratas camino de Bruselas cuando vieron aparecer una sirena azul por la puerta. Evidentemente, escuchar lo que hacen para evitar que vuelvan a hacerlo es de primero de obviedad.

Pero.

Si algo aprendimos de la lucha contra ETA que acabamos ganando (porque sí, la ganamos) es que los atajos a la legalidad no solo no funcionan, sino que además son contraproducentes. Estaría bien saber, por ejemplo, cuántos años de más de terrorismo autoafirmado no nos regaló la aberración aquella del GAL. Solo con la ley aplicada a rajatabla se consiguió, mucho más tarde, que aquello acabara.

Con el independentismo estaba pasando lo mismo. No sé si se habían dado cuenta, pero apenas se hablaba de eso desde hacía tiempo. La estrategia de aquietar, premiar la moderación y no hacer burradas consigue casi siempre que la lógica se imponga (a no ser que haya un Putin de por medio, claro). Y así estaba Cataluña, con el apoyo demoscópico a la independencia en mínimos, los partidos de la banderita divididos y la cosa razonablemente encaminada.

Ahora, fíjense. Han pillado el asunto de las escuchas como quien se agarra al último salvavidas del Titanic. Redivivos en Fuenteovejuna, pidiendo dimisiones y resucitando, de nuevo, ese victimismo de ricos tan peculiar de los catalanes.

No, señores. Escuchar, sí. Hacerlo por lo legal, también. Un independentista es solo independentista, lo demás no le cuenta. Tampoco la legalidad ni los derechos. Pero atacar a un tramposo haciéndole trampas no funciona. Al menos, no en una democracia: sólo acabas dándole la razón.

Qué cosas más chungas les toca a veces hacer a los políticos, hay que ver. Fíjense si no en el PSOE riojano, en concreto en sus parlamentarios. De repente se han convertido no ya en el soporte del gobierno (lo cual está en su sueldo) sino también en el único y decidido apoyo de la tránsfuga de la que dependen.

El jueves, en la Mesa del Parlamento, Jesús María García y Teresa Villuendas, los dos representantes del PSOE, tuvieron que fajarse para defender a Raquel Romero con excusas insólitas (hace falta un informe jurídico ¡y un escrito de Podemos!, decían). Y lo tuvieron que hacer aun a sabiendas de que iban a perder la votación, porque sabían que por la mirilla de la puerta escuchaba (metafóricamente) la señora Romero y su voto decisivo.

Papelón, no me lo negarán. Ahí los tienen, defendiendo a capa y espada que alguien que es una tránsfuga de manual (lo dice la definición que viene en el pacto que ellos firmaron) en realidad no lo es. El ridículo es peor si uno tiene en cuenta, además, que no hay casi nadie en ese grupo que trague a la señora Romero.

Ay, la política.

El martes este periódico les contaba las denuncias, quejas y sanciones que ha recibido la residencia de ancianos de Nájera. La empresa que gestiona la residencia lleva ya unos cuantos expedientes y sanciones, también se lo contábamos. Es de suponer que la Consejería estará encantada de librarse de ella, y el contrato expira en mayo. Pero, oh, resulta que los trámites administrativos para licitar el contrato van retrasados, y que esa misma empresa tendrá previsiblemente que quedarse con la gestión varios meses prorrogados mientras Servicios Sociales se pone a ello. Vergüenza sobre vergüenza, y a los mayores que les zurzan.