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Han pasado más de cincuenta días desde que comenzó la invasión de Ucrania y Rusia no ha conseguido sus objetivos. Por el contrario, ha tenido que corregir su estrategia varias veces y encajar cuantiosas pérdidas, en vidas humanas, material bélico y control del territorio. Ha ... sufrido además el efecto devastador de las sanciones económicas y financieras. Lo que queda claro a estas alturas es que ésta sigue siendo la guerra de un solo hombre. Vladímir Putin ha acumulado suficiente poder como para poder desencadenar un conflicto mayúsculo, sin tener que convencer a nadie ni dar explicaciones por los exiguos resultados alcanzados y los destrozos a su propia sociedad. La autocracia rusa se ha convertido en dictadura. Uno se estremece al pensar en la falta de pesos y contrapesos alrededor del hombre fuerte de Moscú. Hace apenas dos meses los informes de la inteligencia norteamericana apuntaban a una agresión rusa inminente. Pero la gran mayoría de los expertos en seguridad y defensa restaban credibilidad a estos análisis, enarbolando un análisis racional: Putin no necesitaba entrar en Ucrania con el grueso de su ejército, porque ya estaba dentro. Mandaba en Crimea y cada vez más en las provincias del Este del país vecino. El gobierno de Kiev no controlaba su propio territorio y no tenía ninguna posibilidad real de convertirse a medio plazo en miembro de la OTAN.
A pesar de todo, el antiguo oficial de la KGB decidió invadir. A medida que ha ido encontrando resistencia y experimentando derrotas, ha intensificado su ataque, con una brutalidad sin límites que no distingue entre militares y civiles, como ya lo había hecho en Chechenia y Siria. El director de la CIA, William Burns, alerta en estos días de que ha aumentado la probabilidad de que Putin decida utilizar armas nucleares tácticas de baja intensidad. Ya no se trata de un recurso retórico de la propaganda del Kremlin, como al principio de la guerra. Aislado y sin asesores capaces de atemperar sus decisiones, esta terrible escalada la decidiría Putin sin rendir cuentas a nadie. Joe Biden lidera la coalición internacional que trata de frenar la invasión y al mismo tiempo evitar un choque directo del bloque occidental con Moscú. Por eso aumenta las sanciones y la ayuda militar, pero no enviará tropas y no ha aceptado la petición del presidente Zelenski de proteger a sus ciudadanos cerrando el espacio aéreo. Es un equilibrio difícil pero necesario. El gran interrogante de las próximas semanas es cómo reaccionará Putin a una situación infernal que se parece a cualquier cosa menos a una victoria.
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