El presidente del Gobierno, de viaje en África, cuestionó ayer la contabilización de los datos de contagios por coronavirus que comunica la Comunidad de Madrid, y llegó a afirmar que el problema es que no registra todos los nuevos casos. Sánchez no exhibió prueba alguna en respaldo de sus palabras, por lo que no pasaron muchos minutos hasta que la presidenta madrileña, Díaz Ayuso, desmintiera a su crítico y le devolviera el regalo con el conocido dicho «cree el ladrón que todos son de su condición». Más tarde, en una rueda de prensa junto al presidente de Senegal, Sánchez se limitó a mostrar su preocupación por la incidencia del COVID en Madrid, algo «muy serio», dijo, por lo que pidió a Ayuso «seriedad, responsabilidad y trabajar para reducir la curva de contagios». «Las cifras son lo suficientemente elocuentes para empezar a trabajar, colaborar y luchar contra la covid (...) y hablan por sí solas», añadió. Si no hubiera unas autonómicas el 4-M podría pensarse que esta discusión es constructiva. Pero con las elecciones a la vuelta de la esquina, la guerra sanitaria de nuevo abierta por Sánchez es una estrategia de confrontación que ofende a las víctimas, no resuelve nada y escandaliza a la ciudadanía.

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