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Aunque conocemos la devastadora persistencia del conflicto de la invasión rusa a Ucrania, parece que cada vez resuena menos el eco de su importancia internacional; ya no ocupa titulares, sustituida por otras noticias.
Tras más de un año de la prepotente invasión rusa, es una ... guerra de conquista con un cariz desconocido en Europa desde 1945 que ya tiene una duración, unas víctimas y consecuencias difíciles de aquilatar y justificar. Los bandos están alineados; las democracias europeas y americanas que integran la OTAN apoyan a una valerosa Ucrania que, a pesar de ir perdiendo posiciones, se defiende con un decidido líder catalizador de la fuerza ucraniana. Rusia está apoyada por otro régimen autocrático aspirante al control de la política internacional, China, en una crisis mundial en la que podría tener más peso que los Estados Unidos.
Pase lo que pase, el resultado comportará una Ucrania devastada, pero una Rusia dependiente del poder chino, que podrá explotarla más en materia de recursos naturales, energía petróleo y gas. Quisiéramos pensar que, quizás, China se canse de la masacre y deje de apoyar a Rusia, y que quizás aprenda la lección sobre la dureza que comporta un enfrentamiento similar para lograr su afán imperialista sobre Taiwán. En este damero, la pregunta es, si este conflicto, supone una nueva Guerra Fría como la vivida tras la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de lo evidente, expertos en política internacional como Logevall o Gelstad coinciden en que este enfrentamiento mundial alrededor de Ucrania no es señal de una segunda Guerra Fría; no es una buena noticia porque podría conducir a una situación peor, según el estado actual de la política internacional en un mundo tenso y multipolar, similar al de principios del siglo XX que desembocó en la Primera Guerra Mundial. Una diferencia con una Guerra Fría, es que la reivindicación de Putin sobre Ucrania parece un eco de los argumentos raciales colonialistas de las potencias de finales del siglo XIX o principios del XX más que Guerra Fría. Además, los días y tensiones previas a las dos guerras mundiales fueron más espantosos que el escenario de la Guerra Fría que, a pesar de todo, ofrecía cierto grado de estabilidad.
La situación es de alta fragilidad para la estabilidad del mundo actual. A pesar de que Putin haya perdido moral y políticamente la guerra provocada unilateralmente, sus amenazantes consecuencias implican a todas las personas y democracias comprometidas.
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