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No me gustan las manifestaciones con niño. Tienen un pase las manifas de jovencitos: aunque a uno le falten una docena de hervores para ver las cosas con más poso de lo que permite la rabiosa juventud, es sano indignarse y dejarlo notar en la ... calle.
Dicho lo cual, no me gustó un pelo el 'happening' en modo cola que se montaron ayer las escuelas católicas en la Consejería de Educación. Llevarse a unos cientos de chavales en horario lectivo a protestar concertadamente (ojo al juego de palabras) me parece un error. Es poner por delante a los chavales en lo que debería ser un debate con algo más de seso y fondo. Y, sobre todo, tranquilidad.
Estamos en el principio de algo que me parece extremadamente peligroso: la utilización del binomio pública-concertada para reproducir una vez más la guerra maniquea izquierda-derecha a la que parece estarse reduciendo todo en este país. Es un error gordo, si bien es cierto que cae en primer lugar en la responsabilidad de quienes mandan. El otro día alababa por aquí sinceramente lo dicho por el señor Cacho, consejero con aparentes buenas intenciones e ideas claras. Pero que no parece darse cuenta de que en lo que a Educación toca las buenas intenciones tienden a quedar enterradas debajo de las banderías. La religión, por ejemplo, o la lengua. Lo importante, escondido detrás del griterío.
No está mal repetir muy a menudo algo que es una verdad evidente: la educación española tiene sus problemas, pero la presencia de la concertada no es, ni de lejos, uno de ellos. Y usarla para levantar banderas políticas es una irresponsabilidad.
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