Qué tiempo aquel en que soñar con una plaza en una guardería infantil en Logroño era una entelequia. Y hacerse sitio en una pública (se contaba un par a principios de siglo), directamente una pérdida de tiempo para la inmensa mayoría. En las de iniciativa ... privada, ni lo cuento. La demanda disparó las cuotas a precio de recibo de la luz (de hoy). Siendo regidor Santos quiso corregir el sindiós e impulsó la apertura de un par de ellas, además de rehabilitar la famosa Casa Cuna de Murrieta. Por ponérselo más fácil a una tasa de natalidad que se anunciaba flojeras y una curva demográfica que solo crecía gracias a la inmigración. Fue llegar la crisis, aquella, y dejar de nacer niños. Y si las privadas hoy cerradas son legión, las municipales apenas sobreviven con el 50% de su capacidad cubierto. Algo no estamos haciendo bien cuando tener un hijo se ha convertido en un imposible, y no por falta de guarderías. Se me antoja que tendrá que ver también ese empeño de la patronal por mantener el SMI en los niveles de la natalidad. Pero qué sabré yo.
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