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Tras aquel recorrido a caballo entre la nostalgia y la reivindicación de una identidad singular que fue 'Logroño en sus bares', Jorge Alacid se estrena en el terreno de la ficción con una apuesta ni sencilla ni complaciente. 'Los seres queridos' se presenta a la ... manera de thriller canónico en el aspecto formal, con una arquitectura del relato en la que se agitan en su justa dosis los elementos sustanciales del género. Desde el antihéroe –un tan entrañable como atormentado Viberti– sobre el que gravitan las diferentes tramas y personajes aledaños, hasta una gavilla de misterios interconectados que se van enredando como zarcillos sobre el tronco de una acción que discurre a un ritmo cinematográfico, con un abrumador caudal narrativo sin concesiones a la desconexión. Y todo ello, a partir de un meticuloso uso del lenguaje, casi de orfebre, que desvela el oficio (en todos los sentidos) de periodista del autor en el que ningún sustantivo parece prescindible y el adjetivo que le acompaña se antoja el que reclama cada párrafo.
Sin embargo, uno de los principales hallazgos de la obra es quizá el encuadre. O más bien lo etéreo de su ubicación en una ciudad de provincias que podría ser todas las ciudades de provincias y una Transición que, más allá de aportar ciertas coordenadas históricas, ejerce como metáfora del fin de una era que sepulta códigos y costumbres. 'Los seres queridos' está así habitado por radioaficionados y canódromos, pitilleras de nácar y cigarrillos Bisonte sin filtro, suelos de sintasol, boxeadores legendarios y practicantes a domicilio. La novela huele también a Varon Dandy, a reservados de bares de barrio mal ventilados, redacciones de periódico donde los ceniceros están a rebosar, estadios de fútbol con restos de linimento en el vestuario. Por esa geografía de una época tan cercana que ya suena remota pululan los personajes que parió también aquel tiempo. Gobernadores civiles al borde de la extinción y redactores sin horarios ni escrúpulos, barberos de navaja fina y nostálgicos de un régimen boqueante a las puertas de nadie sabía bien qué.
Con todos esos ingredientes, 'Los seres queridos' se presta a una lectura voraz en la que un misterio resuelve el siguiente y nada es negro del todo. Más bien gris marengo.
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