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El mayor festín de mortalidad que se ha dado la Parca en la desastrosa historia de Europa tuvo lugar entre 1914 y 1921. Contando los militares y civiles caídos en las guerras mundial y civil rusa, los muertos por hambre y enfermedad y los niños ... que no se concibieron, el continente perdió unos 60 millones de personas. Pero lo más mortífero de todo fue la devastadora pandemia gripal que mató a 30 millones entre 1918 y 1919 (a 100 en todo el planeta). Aquella gripe se llamó 'española' porque nuestro país era neutral en la Gran Guerra y se hablaba de ella sin la censura impuesta en las potencias beligerantes, pero no se declaró en España sino que, en cruel ironía del destino, la trajo a Europa el ejército norteamericano que ayudó a vencer al Segundo Reich. El virus surgió en un cuartel de Kansas en marzo de 1918, cruzó el Atlántico y al desembarcar en Francia se conoce que se pasó al enemigo porque la epidemia acabó con la vida de medio millón de jóvenes yanquis, más que las dos guerras mundiales y las de Corea y Vietnam juntas.
¿Recuerdan aquel desastre del síndrome tóxico por aceite de colza adulterado a principio de los 80? El entonces ministro de Sanidad de UCD Sancho Rof aseguró que lo causaba «un bichito tan pequeño que si se cae de la mesa, se mata», inaugurando una tradición de incompetencia vigente en el departamento. Pues bien, un siglo después de la 'gripe española', otro bichito aún más insignificante (se mide en nanómeros = ¡millonésimas de milímetro!) procedente de China está provocando el pánico mundial, aunque la corrección geopolítica imperante no lo haya bautizado 'virus de la gripe china' sino Covid-19, abreviatura de
A mí, qué quieren, me conmociona y fascina al mismo tiempo que un microorganismo infinitesimal pueda tumbar a un gigante de 1.400 millones de habitantes, amenazar a la economía mundial, aterrorizar a todo un planeta e incluso, el sumun de la catástrofe global, cargarse la feria más importante de telefonía móvil. En plena era de la toma de conciencia ecológica en defensa de la Madre Naturaleza, sepamos que los virus también son hijos de esa naturaleza hostil que hoy te azota con un huracán, mañana con un terremoto y pasado con una virosis. Una naturaleza que, a pesar de los milenarios esfuerzos humanos por dominarla, mantiene intacta su inmensa fuerza, incontrolable, poderosa y terrorífica. Y pensemos que sus pavorosos ataques quizá no sean caprichosos e irracionales sino que, frente al empeño humano por destruirla, como en 1918, esté actuando de nuevo en legítima defensa. Y ¿en qué zona de la Tierra se acumulan más humanos y se contamina más? Aunque siempre se ha dicho que es sabia, estremece sospechar que Madre pueda poseer esa inteligencia.
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