El informe no vinculante que el BCE hizo público el jueves sobre el gravamen que el Gobierno español quiere aplicar a las entidades bancarias a cuenta de sus beneficios extraordinarios como consecuencia de la guerra de Putin relata lo obvio. Es lógico que los bancos ... sujetos a la imposición deriven esa tasa temporal hacia el encarecimiento de servicios, la contención del crédito y la renuencia a hacerse cargo de la deuda pública. Algo que el Ejecutivo de Sánchez debía dar por descontado, sin que el BCE advirtiera de los probables efectos de la norma. Poco importa si el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, calificara el informe de un 'corta y pega' de dictámenes anteriores, y que rebajase este viernes el estatus de algo que el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, reconoció que era una «recomendación» para gobernar España. Aunque durante semanas haya quedado patente que el Gobierno trataba de fijar una idea justiciera sobre las reglas que rigen en una economía libre. Ni siquiera Escrivá debiera considerar baladí que resulte muy difícil sostener el argumento nuclear del propósito legislativo. La existencia de beneficios extraordinarios derivados de una guerra injusta.

Publicidad

Los bancos españoles operan como firmas transnacionales. Los beneficios que obtienen son de miles de millones de euros, pero sobre cifras de negocio de centenares de millones en una economía global. Resulta jurídicamente azaroso y hasta temerario atribuir tales o cuales resultados en los balances bancarios a la utilización ventajista de las crueldades que acompañan a una guerra híbrida. Eso es de lo que advierte el informe del BCE. Pero lo que queda más en el aire son las consecuencias finales de una norma que el BCE reconoce depositada en la libre disposición del Parlamento español. Puede que sirva para incrementar como expectativa los ingresos presupuestarios, aunque a costa del retraimiento inversor del sector financiero. Puede que la norma alinee votos a su favor entre 2022 y 2023, pero a ciegas respecto a sus efectos reales. Se constata que tres crisis consecutivas en quince años están incrementando las diferencias entre los que más tienen y los que han desistido de llegar dignamente a final de mes. Pero el tótem del gravamen bancario no representa solución alguna para las dificultades sociales y los desafíos económicos a los que se enfrenta el país. La vicepresidenta primera Nadia Calviño debe saberlo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad