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Vivimos en un bosque de engaños y apariencias y ante el frondoso arbolado es difícil diferenciar entre las grandezas y las miserias, porque muchas veces ambas caminan juntas como partes de un todo indivisible. Estos días estamos viviendo buenos ejemplos de esta mezcla de conceptos ... opuestos. Nadie duda que Novak Djokovic está en la cúspide del tenis del mundo mundial y tampoco que de una estrella se espera un comportamiento ciudadano ejemplar y que respete las normas como todos aunque no le agraden. Vivir en sociedad es lo que tiene porque él no juega aislado en una selva inhóspita e inhabitada.
Todos sabemos que para salir de nuestro país y entrar en otro hay que estar vacunado y en las aduanas no sirven argumentos antivacunas sino documentos. Así que el comportamiento de Djokovic me parece el propio de un egoísta que se cree superior. A su familia y a sus seguidores les parece ejemplar y un campeón de los derechos humanos pero creo que esta confusión proviene de no estar entrenado en la defensa de esos derechos.
Según Dijana Djokovic, su hijo «ha sido torturado» en el hotel donde estuvo hasta que un juez lo liberó de sus torturadores en una sentencia peculiar. La madre de Djokovic añadió que esta es la «victoria más grande de su carrera», «más grande que cualquier Grand Slam». Así es. Djokovic nos ha derrotado a todos los ciudadanos del mundo que cumplimos las normas. El gran tenista, en esta absurda victoria, ha demostrado la pequeñez de su humanidad y su menguante estatura moral. Y más cuando creyendo tener COVID y sin mascarilla se rodeó de niños poniéndolos en riesgo y sabiendo que era positivo no se aisló sino que se entrevistó con un periodista de L'Equipe. Por mucho que le aplaudan algunos le ha sobrado soberbia aunque haya querido presentarse como una víctima a ojos del mundo y originado un conflicto internacional. La mejor lección que la vida puede darle es que lo envíen a casa hasta que aprenda que todos somos iguales. Si no es así, habrá derrotado el universal principio de igualdad. Veremos.
El otro grande con pies de barro es Boris Johnson. Si Djokovic no dijo toda la verdad en Australia, el premier británico, que se ha especializado en juergas durante el confinamiento, ha mentido desde el minuto uno. Hasta ahora este embustero compulsivo ha obtenido grandes resultados electorales pero su actitud insultante hacia la gente corriente lo ha desenmascarado. El populismo irracional que se basa en falsedades tarde o temprano se desinfla pero mientras es letal para la ciudadanía. No se puede admirar a quien no lo merece porque no respeta a los demás. Espero que el tiempo les regale a ambos una cura de humildad y los deje en su casita contando mentiras. Y es que tras haber logrado estar entre los más grandes, la chulería los ha hecho pequeños.
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