Secciones
Servicios
Destacamos
Tengo la ligera impresión de que Donald Trump no besa bien. Al menos esa sensación me quedó cuando el lunes pasado me fijé en una fotografía publicada en Diario LA RIOJA, imagen en la que el presidente de USA estiraba los morros, probablemente para besar ... a la canciller alemana, la señora Merkel. La postura me pareció bastante forzada (o forzuda, no distingo demasiado bien ambos adjetivos en el citado individuo), tanto que creo que el ósculo acabó en la punta del apéndice nasal de Ángela, de tan bello nombre. Hasta para besar es extraño este tío. Y no lo digo porque el besuquear en la nariz o en las narices no es precisamente muy propio de las culturas de por aquí sino porque uno de los deportes favoritos del tal Donald es el de visitar países tocando apéndices nasales en cuanto desciende del avión. Ha ocurrido en la cumbre del G-7 celebrada en Biarritz.
Yo no me fiaría nada de un político que besa tan mal. Ya afirmaba Cicerón en su obra juvenil «De osculorum tractatu» («Tratado de los besos») que el político que besa mal no merece ser secundado por la ciudadanía. La realidad es que para besar acertadamente hay que gozar de una predisposición serena hacia la mejilla que te ofrecen y caminar por la vida contemplando el horizonte con esperanza; conviene que te hayas levantado con el pie derecho -por servirme de una frase hecha- y que, vayas adonde vayas, procures no dejar todo como una cacharrería. Cómo no aprenderá de Melania este hombre, con la de horas que lleva a su vera...
El besar bien nos llama la atención lo mismo en la calle que en la playa, en un parque que en la proa del Titanic. Recuerdo que en una ocasión, hallándome en Rabanal del Camino, pueblecito jacobeo de la Maragatería, un amigo del barrio de Yagüe (Logroño) me presentó a Vladimiro, un señor de ahí, que me dio la mano, sí, pero además un beso en cada mejilla. Es conocido que existen zonas en España donde los hombres acostumbran a saludar de esta manera a quienes les son presentados. Vladimiro es un personaje singular en la zona y le han dedicado un busto de bronce en su pueblo, en el que ha sido siempre un señor muy servicial, de ahí que en su tarjeta figura el título de «gran colaborador». Casi nada. Por Vladimiro pregunto a Jesús el de Yagüe, que ha vuelto otra vez del Camino; me comunica que ahora está en la residencia de Santa Catalina de Somoza, población cercana santiaguera asimismo. Vladimiro sigue llamando chispa al vasito de vino con gaseosa y chispazo a un vaso mayor, también con gas. Acaso un día estos dos vocablos formen parte de algún diccionario maragato, y estoy seguro, completamente seguro, de que toda esta existencia tan meritoria le viene a Vladimiro por haber sido -y seguir- un gran besador. No como algún otro dignatario.
Nota. La cita de Cicerón me la he inventado; es que no tengo a mano un diccionario de frases célebres. Me venía tan a propósito y me ha parecido tan bonita...
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.