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Carecíamos de experiencia ante una gran pandemia, sabíamos que causaba muertes masivas, mucho dolor y mucho miedo, además de trastornos económicos incalculables. Pero no sabíamos que originara otros problemas. En España, el COVID-19 ha creado una gran confusión que, desde hace más de un ... año, nos mantiene a todos dubitativos y desorientados.
Las autoridades, desde el Gobierno para abajo, han colaborado eficazmente con el virus para que vivamos en un desconcierto permanente no ya sobre el futuro sino del presente que vivimos. Todo empezó cuando el portavoz oficial opinó que las mascarillas protectoras eran una iniciativa superflua. Fue el preludio de una orden declarándolas de uso obligatorio.
Desde entonces nos movemos con media cara oculta, sin reconocernos unos a otros y con dificultades para entender y hacernos comprender. Nada que objetar. La mascarilla ya es una prenda de primera necesidad, y bien que algunos le están sacando rendimiento. Las dudas fueron creciendo y multiplicándose conforme pasaron los días sin soluciones prácticas con los políticos adoptando medidas a ciegas sin escuchar a los científicos y expertos.
Las cosas se complicaron cuando entraron en liza, se supone con la mejor voluntad de exhibir su poder, las comunidades autónomas. La autoridad del Estado comenzó a flaquear de manera evidente. El problema era el mismo para todos los ciudadanos por igual, pero las medidas se arbitraban de forma diferente, a menudo contradictoria. Y ahí surgió el galimatías que nos abruma: se crearon barreras de confinamiento, se parcelaron los barrios en función de criterios desconocidos, se fijaron horarios distintos en cada lugar y la propaganda oficial se emperró en convertir el mal común en comparaciones absurdas con las que cada Gobierno regional procuraba satisfacer mejor a su parroquia. Como con la hora de cierre de restaurantes, bares y tabernas. Unos, con buen criterio seguramente, decretaron cierre total, otros lo fijaron mal pensando en el voto de los sufridos propietarios que ven como se hunde su medio de vida.
Muchos nos despertamos preguntándonos si nos tocará vacunarnos algún día o si hoy pueden abrir sus puertas los restaurantes y cerrar una hora antes o después. Antes de salir de casa tenemos que consultar a Google si estamos confinados, si podemos acercarnos a desayunar a la tasca de la esquina como el vecino de enfrente y exponermos a una multa o será mejor permanecer frente al ordenador pensando que, al menos por esta vez, con una Administración única estaríamos mejor.
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