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Se ha escrito mucho sobre el ambiente que se vivió el domingo en el partido de vuelta de la primera ronda del 'play off' entre la UD Logroñés y el Badajoz. Para los que peinamos canas fue el retorno a un pasado cada vez más ... lejano y difuso. Es complicado hacerles entender a mis hijos Sergio (13) y Martín (9) que hubo una época en la que el hermanamiento entre las aficiones en el Casco Antiguo, la quedada en República Argentina, y el esperanzador camino junto a los amigos hacia el campo de fútbol, eran el día a día de la ciudad. Se soñaba en blanquirrojo, se lloraba en blanquirrojo, se sentía en blanquirrojo.
Por desgracia para nuestra memoria futbolística, hay una generación en la capital riojana a la que se le abren los ojos como platos cuando descubren que por aquí pasó el dream team de Johan Cruyff y la Quinta del Buitre. Que los jugadores del CD Logroñés salían en los cromos que ahora ellos coleccionan como tesoros y que el grito de 'gol en Las Gaunas' se convirtió en una marca radiofónica por la que ahora cualquier empresa de marketing cobraría un pastizal por crear y afianzar.
Mi abuelo Jesús, 'Pecho Gallo', que se vanagloriaba de su amistad con Pepe Blanco y de que éste le recomendaba cuando necesitaba un sustituto sobre algún tablao, fue el primero que me llevó de la mano a Las Gaunas. Un campo que, de pequeño, parecía que estaba a las afueras de Logroño. Era toda una aventura ir al fútbol. Maravillosa aventura. Mi cara, mi expresión, reflejaba mi admiración por lo que estaba viviendo, y mi abuelo siempre me lo decía.
Este domingo me reconocí entrando al campo de nuevo con el rostro de asombrado colegial. Y sentí a 'Pecho Gallo' acompañándome de la mano desde algún lugar. Y el vello se me erizó con cada abrazo de gol. Y sentí que hubiera gente que a última hora decidiera no ir al campo y verlo por la tele. Por fortuna para ellos, dentro de dos semanas tienen una nueva oportunidad. En quince días pueden ir a animar ala UD Logroñés al campo municipal de 'Las Ganas'.
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