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He pasado unos pocos días fuera de España y ya echaba en falta a este país. No piensen ustedes que esa nostalgia me provenía de mi calidad de ejecutivo y de las preocupaciones que ello conlleva sino de un guasap en el que se avisaba ... de que en el coro al que he vuelto hemos cambiado de seño. Es que dejé la música hace meses por mis prolongadas estancias en el Caribe propagando entre la jet set la marca de bañadores que comercializaremos a partir de Semana Santa en las costas españolas, mas la psicóloga me ha aconsejado que retorne a la actividad musical como aficionado porque los ensayos me servirán de excelente terapia parra afrontar la ajetreada campaña publicitaria.
Anteayer, jueves, he entrado en la sala donde acostumbramos a ensayar y ya estaban calentando voces. La nueva seño ha repartido partituras; me parece que en una ocasión informé a ustedes de que a la directora anterior le encantaban las canciones folclóricas de la tierra, bastantes de ellas referidas a la antigua vida de campo. La sustituta nos ha dicho que comenzaremos por preparar villancicos, puesto que hemos de cantar hacia finales de año en una residencia de personas mayores. En realidad es que yo me apunté a este grupo folclórico cuando otro director anterior, muy joven, se inclinaba por las zarzuelas y las habaneras, siguiendo siempre la recomendación de mi psicóloga, y -lo que es la vida- ahora ese músico triunfa en Madrid como uno de los raperos punta. Vivir para ver.
A mi regreso he vuelto a encontrarme con la cuadrilla; comentaban el debate que se había celebrado entre cinco hombres en la televisión estatal. Yo no suelo ver ese tipo de tertulias intelectuales porque tienen lugar a partir de las diez de la noche, hora que siempre me pilla contando ovejitas y, desde luego, no van a adelantar en dos horas tan grato suceso de parloteo solamente para mí por mi cara bonita. Según suele ocurrir en los corros, las opiniones de mis compadres eran de lo más dispar, señal inequívoca de que estas mesas redondas entre políticos sirven no solo para despejar casi todas las dudas de los presuntos votantes sino que, por eso mismo, afianzan totalmente su confianza en la candidatura a la que donarán su papeleta. Al menos esa es la impresión que yo saqué. No obstante, todos estaban de acuerdo en que ninguno de los cinco oradores había descubierto sus cartas en cuanto a futuras alianzas que sacarían a España del entretenido y favorecedor atolladero en que -afirman dos o tres ilusos- se encuentra, tema este que era la madre del cordero. Qué inocentes ...; a vosotros os lo van a aclarar.
Pues nada, que ahora me tocan villancicos, según mi psicóloga. Y adiós, Margarita Salas, científica asturiana y del mundo; que en ese otro mundo, señora, encuentre usted las subvenciones que aquí le faltaron o le negaron. Ese también es buen debate y, hoy por hoy, perdido de antemano por muchas elecciones prometedoras que haya. Gracias, Margarita.
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