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Seguramente, al leer este título, les venga la imagen de 'Las tres Gracias' de Rubens, obra fundamental de este autor y de su época, basada en la mitología de las Cárites. Tal y como se describe en Wikipedia: «En la mitología griega, las Cárites, más ... conocidas como las tres Gracias (en griego 'Xápuec', en latín 'Gratiae'), eran las diosas del encanto, la belleza, la naturaleza, la creatividad humana y la fertilidad. Habitualmente se consideran tres, de la menor a la mayor: Aglaya ('Belleza'), Eufrósine ('Júbilo') y Talia ('Abundancia').»
Esto es muy interesante, pero yo no venía a hablar de ellas, sino de las gracias, esa palabra que debería expresarse en todo momento para que nuestro interlocutor sepa, eso, que estamos agradecidos. Si consultamos el diccionario u otra fuente relevante, encontramos esta definición: «La gratitud es un sentimiento, emoción o actitud de reconocimiento de un beneficio que se ha recibido o recibirá».
Y he aquí que nos encontramos de nuevo con las emociones y las actitudes, ya hemos comentado en muchas ocasiones que pueden estar mal educadas o formadas, y también hemos reflexionado sobre la pérdida de lo que se llamaba «los buenos modales». Para muchos de nosotros en nuestro colegio, pero sobre todo en nuestra familia, tan importante como la buena nota académica era la relación cordial con los demás. Y , si no, que levante la mano el que obtuvo en algún momento de su vida una dura mirada de su progenitor al recibir algo y no dar las gracias. Ahora los niños –y también los mayores– cogen lo que quieren o necesitan, sin plantearse el esfuerzo y el valor que hay detrás de ello. Lo que cuestan las cosas o el ímprobo desvelo que hace una persona por la otra para darle aquello que necesita o que le ilusiona. Para que nuestros niños y niñas muestren gratitud, debemos enseñarla y practicarla nosotros mismos, sin esperar que a una catástrofe o una enfermedad nos diga lo importante que es estar vivos y entonces, sí, entonces sepamos agradecer la vida. Sin embargo, cada momento y cada acción importan y traen sus consecuencias. La gratitud está comprobado que mejora las relaciones interpersonales, ya que refuerza el aprecio por los demás y es reforzado el propio.
Queremos una convivencia positiva, hacemos congresos educativos y actividades magníficas, pero hay una sencilla, básica, elemental que se crea en casa, en la familia y es dar las gracias. Dar las gracias mirando a los ojos —puerta del corazón y la mente—, porque la gratitud es una de las virtudes que demuestra el elevado, o no, grado de empatía e inteligencia emocional de la personas. Por algo dijo Cicerón: «La gratitud no es solo la mayor de las virtudes, sino la madre de todas las demás».
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