Secciones
Servicios
Destacamos
Mira que es injusta la memoria. En estos días en los que se celebra el 100 cumpleaños de José Luis López Vázquez (la gente que nos ha dejado un legado no ha terminado de morir y sigue cumpliendo años) lo normal sería hablar aquí de ... su maravillosa carrera, de sus comedias, primero con Berlanga, Forqué o Ferreri, de su conversión en Rodríguez salido en la Transición. De su transformación con Armiñán o con Saura. De lo que, en general, están hablando otros con buen criterio. Sin embargo a mi cabeza viene una anécdota de su carrera que, por bondad, debería haber olvidado pero, precisamente por cariño a este actor, se me quedó clavada. Hablo de 2004, de una obra de teatro, un fracaso, llamado 'Tres hombres y un destino' que protagonizó en el Infanta Isabel de Madrid junto a Agustín González y Manuel Alexandre. Tenía José Luis 82 años por aquel entonces y este era, al parecer, un intento de sus amigos de ordenarle un poco una economía que, a pesar de tantas películas y tanta gloria dada al espectador, hacía aguas por motivos que ni interesan ni ayudan.
Recuerdo una entrevista con él sobre esa obra de teatro y recuerdo especialmente una respuesta. Puedo imaginarme a un José Luis cansado, derrotado, hasta un poco avergonzado de que sus amigos hubieran tenido que volver a trabajar a sus 87 (Alexandre) y 74 (González). Le imagino muy dolido cuando, ante la pregunta del periodista quién de los tres cree que arranca más risas en la obra, José Luis respondía: «Cualquiera menos yo. Yo perdí la gracia un día, por la vida, y no la he vuelto a recuperar». Me ha estremecido esta frase desde entonces. De las cosas que la vida te va robando, una de las que más miedo me da que me quite, más allá del pelo, las ganas y la capacidad de levantarme de la cama sin que me duela alguna cosa, es la alegría.
He visto, desde aquello, algunos documentales y entrevistas sobre José Luis en los que contaba cómo se sentía mal cuando, rodeado de toda la plana de nuestra comedia más clásica en aquella serie llamada 'Los ladrones van a la oficina', admiraba a sus compañeros ancianos su capacidad para haber mantenido ese deje, esa manera de decir las cosas que les había convertido en referentes de la comedia. Mientras, José Luis transmite su tristeza en el habla, en los ojos, en la apatía y en la impotencia con que decía sus frases, como pidiendo perdón por haber perdido la gracia. Por supuesto que fue un genio, alguien a quien agradecer su carrera, para mí lo es aún más conociendo esta historia, espero que para ustedes también. Gracias, José Luis, que la gracia te haya acompañado donde estés.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.