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Primero fueron los caramelos de la Viuda de Solano. Una puñalada a nuestro corazón provinciano. Se fugó (a Tarazona) con un tal Wrigley. Quisimos entender que el amor (al dinero) tenía estos efectos secundarios. El final de los tofes de Logroño de toda la vida, ... el legado de don Celestino Solano. Y no hicimos nada (1988).
Luego fue Electrolux, la panacea de los vecinos del valle bajo del Najerilla. Curro a saco. Empleo que pasaba de padres a hijos y de tíos a sobrinos. Hasta que llegó la deslocalización, ese antecesor fatal de la globalización. 500 trabajadores a la calle. Y no pasó nada (2006).
Después Tabacalera. En Logroño se elaboraron los mejores cigarros. Altadis echó la llave a una historia de 126 años y se fumó un puro. Mil tíos sin trabajo y la región sin su única gran empresa. Y nos quedamos mirando (2016).
Ahora Tuc Tuc. Una empresa catalana le hace ojitos mientras agoniza en concurso de acreedores. Y aquí, todos quietos mientras suena de fondo un gorigori.
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