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Hoy se abren las ventanas en Cataluña. Las ventanas de la urnas que, al cerrarse, podrían aumentar el desconcierto, sin descartar la repetición de la consulta. La plana mayor de cada partido se ha volcado en la campaña pero con estrategias diferentes. La de Pablo ... Iglesias se ha centrado en marcar más distancias de sus socios de coalición al subrayar, con ocasión o sin ella, que este país no disfruta de una plena normalidad democrática.
Para contradecir las sentencias del vicepresidente segundo, Felipe González desplegó su guasa andaluza aunque Pedro Sánchez quizás la haya encontrado a faltar en más de una ocasión. El jueves, después de participar en el Euroforo Vocento, sostuvo que cuando se mete la pata, que todos la metemos, lo oportuno es sacarla pronto «pero yo no quiero que él la saque». Es decir, vino a aconsejar a Pablo Iglesias que insista en su tarea de desdibujar el aura de ganador que consiguió al saltar a la cancha política, cuando ahora no es leal ni con su propio Gobierno. A Iglesias le faltó tiempo para replicar que esas críticas le daban la razón.
En tono solemne, antiguos dirigentes del PSOE, contrariados con la posición contestaria del líder de Unidas Podemos, habían pedido la destitución de Iglesias, lo que llevaría a la ruptura del Ejecutivo que se conformó porque no había más alternativa que otra convocatoria electoral. Algo que no debería olvidarse. Como tampoco, la histórica equivocación del entonces líder de Ciudadanos, Albert Rivera, de negarle el pan y la sal a Pedro Sánchez para intentar un liderazgo en el espacio de la derecha, que los votantes no le concedieron. Perdió 47 escaños y 2,5 millones de votos.
Acaso ignore la antigua guardia socialista que Sánchez parece dispuesto a tragar formalmente carros y carretas para mantener vivo el Gobierno de coalición. Lo fundamental para él es culminar la legislatura. En los tres años que restan, el presidente quiere centrarse en los beneficios que reciban los ciudadanos y en reconstruir el país con la ayuda de los fondos de la Unión Europea. Pero no lo tendrá fácil. Si esta noche los independentistas obtuvieran una holgada mayoría y consiguieran formar gobierno, su estrategia en el Congreso no sería la misma, al menos en lo que respecta a ERC. Sus 13 escaños han respaldado muchas de las propuestas del Gobierno y, en especial, los Presupuestos del Estado. En esa hipotética situación, los apoyos alternativos que necesita el Ejecutivo quedarían mermados. Si fuera así, en pocas ocasiones el impacto negativo de unas elecciones autonómicas conseguiría modificar la dinámica interna del Congreso de los Diputados. Pronto lo sabremos.
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