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Los rebrotes de la pandemia se han cebado en algunos sectores particularmente sensibles a las medidas adoptadas para tratar de contener el contagio. El turismo es, sin duda, el sector más gravemente afectado ya que tal contención consiste sobre todo en reducir la movilidad de las personas. Y el de la hostelería y la restauración, además de ser parte de ese fenómeno, se resiente de la reducción de aforos y grupos y de la limitación de horarios. Según las asociaciones sectoriales, la caída de la facturación en este ejercicio será superior al 40% y este desplome supondrá el cierre de unos 90.000 establecimientos, aproximadamente la tercera parte de los 300.000 que hay en nuestro país, lo que provocará que pierdan el empleo unas 400.000 personas. A expensas de la llegada de la vacuna, no se espera la normalización del sector hasta 2022, lo que significa que los empresarios prevén que el próximo año será también complicado. Por todo ello, resulta imprescindible que los ERTE en la hostelería, que han limitado la destrucción de puestos de trabajo, se prolonguen después del 31 de enero. De lo contrario, el sector de la restauración experimentaría una catástrofe aún mayor.
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