Los que comparan estos últimos días de la política española con Juego de Tronos es que no conocen bien las puñaladas, traiciones, mentiras y envenenamientos con los que los visigodos se empeñaban en robarse la corona. Es un capítulo apasionante y crucial en nuestra Historia, ... y empezó con Sigerico, que aniquiló a los seis hijos de Ataúlfo para asegurarse el trono y siete días después lo asesinaron a él. Salvando las distancias y los siglos, porque aquí no ha habido sangre empapando las moquetas ni los coches oficiales, lo de estos días es todo vertiginoso y chiflado, y aunque nos empeñemos en diseccionar los hechos, aislarlos y mirarlos por el microscopio como investigadores del CIBIR, en realidad es inútil. Parece una de esas películas de Álex de la Iglesia en la que, a falta de un cuarto de hora para que llegue el final, se descontrola la historia y empiezan unos y otros a perseguirse y matarse.
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Lo que estamos viviendo en España es una pena, la perfecta definición de la política como espectáculo, un producto cultural nuevo interpretado por esta gente que ha crecido sin leer jamás un libro, que vive en redes sociales y que alardea de ver todo el día series y películas; justo como sus votantes.
La inmadurez política de los que nos gobiernan es insoportable. Antes se esforzaban algo por disimular un poco, pero ahora asistimos a diario a este sucio navajeo de criminales de barrio en el peor callejón. Mientras el país naufraga, están entregados a eso, a mover la bolita debajo de sus cubiletes de trileros para conservar el cargo. Luchan por seguir ahí porque la alternativa les aterra, y no es otra que trabajar. Nada les pasa factura, pero estas últimas trapacerías suyas nos han puesto un poco en alerta, como el zumbido repentino que despide la nevera en mitad de la noche, que te despierta y te deja cabreado y pensativo. Tenemos dos pandemias en España, y contra esta plaga no hay remedio, solo que acaben masacrándose entre ellos como hicieron los visigodos. A su furor por matarse se le llamó en el medievo 'Morbus Gothorum', el mal de los godos. Una enfermedad que, además de exterminarlos, acabó también con el reino.
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