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El Gobierno y la oposición son los dos pilares fundamentales en la práctica democrática. Las dos instituciones son necesarias para que los intereses de los ciudadanos estén atendidos y controlados. La oposición no es agradable para los gobernantes porque lo normal es que les coarte: ... por eso hay pocos países que cuenten con ellas de manera oficial y que puedan funcionar con libertad y merecer respeto. Eso explica que aún sigue habiendo muchas dictaduras. Ejercer el poder sin frenos, ni obstáculos, ni cesura y sin críticas es el sueño de los gobernantes autoritarios y tiránicos. En España, que pasó por ese trance más de cuarenta años, lo sabemos muy bien. La implantación de la democracia plena, con elecciones libres y un Gobierno de extracción parlamentaria regulado por una Constitución moderna, fue un logro excepcional que, sin embargo, apenas cuatro décadas después hay quien debate y cuestiona. Las relaciones entre los Gobiernos y sus oposiciones funcionaron hasta ahora bastante satisfactoriamente. Los dos partidos más votados se alternaron en el poder y sus respectivas oposiciones cumplieron su misión a veces crítica y a veces cooperativa. Pero los tiempos pasan sin darnos cuenta y hoy la democracia española ofrece una imagen correcta, pero atípica; casi insólita.
El Gobierno por primera vez es producto de una coalición improvisada y sus integrantes, lejos de unir fuerzas a base de renuncias propias para conseguir objetivos, lo que están haciendo es intercambiarse las dos funciones y ejercer al tiempo de Gobierno y oposición a su gestión. Cuesta entenderlo, desde luego, pero se ve muy claro cuando cada mañana trascienden las diferencias frontales en el Consejo de Ministros y los enfrentamientos no reprimidos sobre sus discrepancias ante una opinión pública que no sale de su asombro. Cada grupo ejerce de oposición al socio y la situación se agrava por la elevada cantidad de ministros, algunos incompetentes o con competencias limitadas a ocupar un asiento ante la mesa de decisiones y, por supuesto, el disfrute de ventajas del cargo.
Tanto el PSOE como Unidas Podemos no muestran la imagen de un Gabinete ni bien concienciado ni bien avenido. Los integrantes de Podemos da la impresión que sólo pretenden aprovechar su estatus con el objetivo de satisfacer a sus hooligans, sea bueno o malo para el resto de los ciudadanos, e irle quitando votos a su socio ante las futuras elecciones. No se valen para ello sólo discrepando de las propuestas de los socialistas sino planteando cuestiones que no vienen al caso y exhibiendo como suyos los logros sociales logrados. La pregunta es qué hacen los socialistas ante esta realidad. La respuesta se hace esperar.
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