Los socios del Gobierno de coalición, PSOE y Unidas Podemos, persisten en sus diferencias como si se tratara de un asunto privado. Las reconocen, las hacen públicas e incluso se jactan de su existencia, dando a entender que mientras logren sumar con otras fuerzas mayorías ... suficientes para convalidar reales decretos, sus discrepancias no merecerán reproche alguno. La convicción de que no habrá una mayoría alternativa capaz de proceder a una moción de censura permite a Sánchez e Iglesias cultivar sus desavenencias, como si gracias a ellas pretendiesen ampliar su respectiva legitimidad. La crisis ha llegado a tal extremo que la posibilidad de una reunión de arbitraje entre el presidente Pedro Sánchez y el vicepresidente segundo Pablo Iglesias se ha convertido en una eventualidad noticiable sujeta a especulación. Ya no sirve alegar que se trata de fricciones propias de un país sin hábitos de gobernarse por coalición.
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La pugna entre los socios de gobierno obedece a una incompatibilidad anunciada, derivada de que la fórmula que valió para sacar adelante la moción de censura contra Rajoy no acaba de cuajar como alianza de gobierno. Las críticas a la gestión del ingreso mínimo vital, los desacuerdos sobre los cambios a introducir en el sistema de pensiones, las discrepancias en la política de vivienda, o el desencuentro en el tratamiento jurídico de la situación y derechos de las personas 'trans', describen un catálogo de desavenencias en aquello que se anunciaba crucial para un 'acuerdo de progreso'. La división en cuanto a la forma de Estado y la naturaleza constitucional de la Corona y, sobre todo, el cuestionamiento insistente de nuestro sistema de libertades como democracia plena por parte de Unidas Podemos agravaron las discrepancias, situándose muy por encima de las diferencias programáticas. La negativa de Podemos a condenar los actos de violencia callejera ha acabado de comprometer la cohesión mínima del Gobierno, obligando a su parte socialista a tomar distancias respecto a Iglesias y Echenique con excesivo cuidado y demasiados silencios ante una línea roja que ningún grupo gobernante puede soslayar. Es imposible imaginar cómo un Ejecutivo así podrá administrar el Fondo Next Generation europeo. Y cómo afrontará los ajustes económicos, para reducir el déficit y la deuda, que seguirán a la inmunidad de rebaño.
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