El año transcurrido desde el inicio de la agresión a gran escala de Vladímir Putin contra Ucrania podría alargarse violentando la existencia a millones de familias allí y complicando las expectativas de millones de personas en el resto de Europa. España puede verse distante en ... el mapa y administrar su ayuda a Kiev como gesto solidario con la suerte de los ucranianos, la UE y la OTAN. Es muy posible que nos estemos quedando cortos desempolvando hasta diez Leopard que hasta hace poco parecían inservibles. Pero hay ministras que dicen temer que nuestro país pudiese dejarse llevar por la escalada hasta desplazar soldados al frente. La discrepancia reiterada por Ione Belarra no es el reflejo de una sensibilidad más pacifista y dialogante que la media europea o atlantista. Se trata, en su insistencia, de un desafío que descuaderna la posición española ante una amenaza de alcance global. Es probable que para Unidas Podemos, y especialmente para el grupo tutelado por Pablo Iglesias, sea una disidencia a añadir a los desencuentros que soporta, consiente o disimula la coalición de Gobierno. Si acaso, con la pretensión de que se conozca fuera de nuestras fronteras. Pero es una discrepancia muy grave. Sobre todo si, como parece, Putin persiste en su propósito de imponer su visión de la historia de nuestro continente y su devenir por la fuerza. Belarra y los suyos saben perfectamente que todos los canales de la diplomacia occidental se mantienen atentos a la mínima señal de distensión y recapacitación por parte de Rusia. Nadie más que Putin quería la guerra hace un año y nadie más que él quiere perpetuarla. Pero su empecinamiento resulta tan atroz y despiadado que obliga a exigirle no solo la suspensión de los ataques, sino la retirada de sus tropas del país invadido para sentarse a la mesa de negociaciones que dice buscar la ministra morada con el objetivo de restablecer las bases de la seguridad colectiva. Belarra y su grupo no desgastan únicamente la solvencia de la fórmula de Gobierno que Pedro Sánchez desearía reeditar en la próxima legislatura. Actúan, objetivamente, como caballo de Troya de las ansias de Putin. La moción del PP para que el Congreso explicite su apoyo a los compromisos que el presidente reiteró el jueves en su oportuna visita a Kiev responde, sin duda, a su intención de poner a prueba al Ejecutivo de coalición. Pero la desafección morada no puede evadirse del pronunciamiento parlamentario.
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