La campaña para animar a los ciudadanos a reducir el consumo de carne, liderada por el ministro de Consumo a partir de argumentos de salud y defensa del medio ambiente, está generando tal nivel de controversia política y de malestar en el sector agroalimentario que ... ayer forzó a intervenir al presidente del Gobierno durante su accidentada visita a Lituania. La defensa del «chuletón al punto» por parte de Pedro Sánchez apenas permite al presidente ganar tiempo en el enésimo embrollo del Gobierno de coalición que forman el PSOE y Unidas Podemos. Las palabras de Sánchez pueden entenderse como una desautorización en toda regla de Alberto Garzón, al que ya había atacado antes el titular socialista de Agricultura y que seguramente acusa la falta de respaldo de los suyos tanto en el Gabinete como en la formación que ahora dirige Ione Belarra.
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En dos años, Garzón no ha conseguido justificar su nombramiento al frente de un ministerio que se ajustaría más adecuadamente al nivel de secretaría de Estado si el Ejecutivo de coalición no impusiera complicados equilibrios o un engrosamiento artificial del número de carteras. Su protagonismo ahora en la 'crisis de la carne' se suma a una larga lista de desencuentros internos en asuntos socioeconómicos y de profundización de las libertades y la diversidad. Los reiterados choques en iniciativas normativas como la 'ley Trans', los alquileres, la reforma fiscal o la subida del salario mínimo someten a los dos socios del Gabinete a una tensión cotidiana que alimenta la necesidad de una remodelación del Gobierno. Incluso su inminencia, por más que Sánchez sostuviera ayer que ahora no es su «prioridad».
Tan larga lista de desacuerdos entre dos fuerzas coaligadas que se necesitan mutuamente para completar la legislatura se resiente de una falta de interlocución que Pablo Iglesias desempeñó, a su particular manera, y que Yolanda Díaz no termina de asumir. Episodios como el de la carne soliviantan además a barones del PSOE ansiosos de eludir por un momento las urgencias de la pandemia para desacreditar a Podemos desde el más fácil populismo. Y abren un flanco de ataque para la oposición, aunque tampoco en este punto se eleva el nivel del debate. No porque no pueda discutirse sobre el consumo de productos cárnicos desde la serenidad y con datos, sino porque tanto al Gobierno como a los productores no puede resultarles más inoportuno.
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