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A Antonio y a Nati el 2020... bien, bien, bien... no es que les vaya yendo. Todo marcha para su hijos, pero ¡ay sus mayores! Esa es harina de otro costal.
Antonio y Nati llevan décadas protagonizando La Rioja vacía: veranos, fiestas, asado descomunal, museo ... de almazuelas, exposición de muñecas, degustaciones... Les encanta recibir a gente. Son los anfitriones ideales y te recorren todos los rincones de sus pueblos... Pero... viven en Logroño. Bueno. Pues Antonio y Nati son los personajes principales de esta otra arista aguda de la despoblación: cuando los padres enferman y «hay que bajar a Logroño» y tienes hijos.
Hace dos semanas de ello: el abuelo, hospitalizado en una planta del San Pedro, la abuela, en otra distinta. Y, claro, hay que desdoblarse en las visitas. Hasta que sobre las diez de la noche de un domingo, a priori, sin pena ni gloria pactan un punto de encuentro. «Venga: a y cuarto en la habitación de mi madre». Y a veinticinco, la pareja se reúne y observa un ir y venir intranquilo de sanitarios con mascarillas prohibiendo salir de las habitaciones. Y, acojonados, recluidos, revisan los móviles. Y se ciscan en la madre del chino que juró por sus ancestros que esta 'batelía' va de puta 'madle'. Y consiguen llamar al hijo mayor: «Dile a tu hermana que estamos bien, cierra las puertas». Y el chaval, que solo entiende lo que sale en las redes sociales, decide que a su hermana no le dice ni pío y que mientras hace tiempo tiempo pide no se qué al chino. Pues esa es la globalización: «cleer sabel y no tenel ni zola idea'.
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