La disonancia que cristalizó ayer en el Congreso entre las explicaciones del presidente del Gobierno sobre el acuerdo con Marruecos que reorienta la política exterior española en el Sáhara Occidental y el rechazo unánime que cosechó de sus socios de coalición, sus aliados de la ... legislatura y la oposición evidencia no solo una quiebra insólita entre el Ejecutivo y todo el arco parlamentario. También que los argumentos primero del ministro Albares y ayer del presidente no encuentran el asidero de credibilidad preciso para persuadir de cuáles son las bondades de un pacto llamado a intentar desbloquear un conflicto enquistado medio siglo –incidió Sánchez–, pero que no ha hallado aún una valoración equiparable en el país vecino. Albares viajará mañana a Rabat huérfano de apoyos a una estrategia que es de Estado y cuando sigue siendo una incógnita en qué se traduce, desde la perspectiva marroquí, el espaldarazo de España a la autonomía saharaui como la opción más viable para solventar el conflicto. Como lo sigue siendo qué eventual riesgo pendía sobre «la integridad» de Ceuta y Melilla para consumar un giro en el que, por ahora, el reino de Mohamed VI no certifica la españolidad de las ciudades autónomas.

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